
La joyería “Fina Carabel”, situada en el número 33 de la Rúa de Galicia, en pleno casco urbano de Riveira, fue víctima de un hurto por el método del engaño, en el que los ladrones se llevaron un botín de una veintena de collares de oro que, a la espera de que se haga el inventario definitivo, está valorado en unos 5.000 euros. El suceso tuvo lugar en torno a las cinco de la tarde, poco después de que ese negocio abriera sus puertas al público. Y cinco también fueron las personas, al parecer de nacionalidad sudamericana, un hombre y cuatro mujeres, de entre 30 y 40 años que participaron en la comisión del mencionado delito.
En el momento del suceso, en la joyería se encontraba únicamente el empleado, Tomás Gómez, que se percató rápidamente de lo que había sucedido y de que le robaron una manta con varios collares que guardaba en un cajón detrás del mostrador. Aunque un poco nervioso por lo que acababa de pasar, pues en las dos décadas que lleva abierto este negocio en Santa Uxía -tiene otros en Betanzos y Santiago- nunca había sido víctima de algo semejante, fue capaz de relatar la secuencia del hurto. Poco antes de las cinco de la tarde entró un hombre sudamericano algo corpulento en el establecimiento comercial y le pidió que le mostrase unos collares, pero se marchó sin comprar nada. Eso si, ahora cree que se fijó perfectamente en donde guardaba esas joyas para darle esa información a algunas de sus compañeras.
Seguidamente, entraron dos mujeres de la misma nacionalidad, que le compraron un reloj valorado en 50 euros y se fueron. Otras dos mujeres fueron las que poco después accedieron al interior de la joyería y consumaron el hurto. Le indicaron al dependiente que les gustaba un reloj del escaparate. Aprovecharon que él se alejó del mostrador para acceder al cajón donde guardaba los collares y se los llevaron saliendo disimuladamente del céntrico negocio. Tomás Gómez está convencido de que fue el hombre el que informó a las féminas sobre el lugar donde estaban guardados los collares “para que fueran a tiro fijo”, dijo.
Nada más salir esas dos mujeres por la puerta, el empleado tuvo la intuición de que algo pasara y “en menos de dos minutos me di cuenta de lo que faltaba”, relató Tomás Gómez. Fue entonces cuando llamó a la Policía Nacional, que se presentó rápidamente en el lugar, pero ya no quedaba rastro de los ladrones, salvo las imágenes que captó la cámara de seguridad de la joyería, en las que se podía ver con gran claridad los rostros de esas cinco personas. Funcionarios de la comisaría riveirense tomaron fotografías del hombre y las cuatro mujeres para poder iniciar la investigación y su búsqueda.
Sin embargo, el hecho de que se trate de extranjeros a los conociera nadie ni tampoco los viera antes por la ciudad ni suss alrededores, hace sospechar que se marcharon de Riveira nada más consumar el robo de las joyas. Al cierre de esta edición no había detenidos. El empleado, que atendió a la clientela durante el resto de la tarde, acudió a presentar la correspondiente denuncia tras cerrar la joyería.