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A medida que nos vamos acercando al 28 de mayo, primer test electoral de gran alcance para lo que pueda suceder al finalizar el año, los políticos aprovechan la más mínima excusa para hacerse visibles al tiempo que promocionar sus iniciativas – muchas de ellas obsoletas, malas y en algunos casos muy tendenciosas- con las que intentan captar los votos de ese ramillete tan grande de indecisos que no saben a quién van a votar en los comicios locales y autonómicos.

En pocos días entraremos en campaña electoral. Será entonces cuando los enfrentamientos se recrudezcan y lo que hasta ahora nos parecía excesivo en el tiempo de precampaña, nos va a sorprender de una manera más que alarmante. Para los que van en las listas que tendremos que votar todo vale con tal de intentar desprestigiar al contrario y movilizar el voto que será decisorio en la doble confrontación electoral.

El preámbulo más claro de lo que estoy comentando aconteció hace tan solo un par de días en Madrid, donde dos gobiernos de signo contrario dejaron más que patentes sus diferencias, llevándolas al extremo de un acto protocolario en el que un ministro del Gobierno de España llevó a cabo una descortesía institucional de forma clara para que los telediarios abrieran con la noticia y, en consecuencia, el votante pudiera ser manipulado con una acción, que calificamos como falta de respeto, buscando un enfrentamiento cuerpo a cuerpo en presencia de los notarios de la actualidad y así denostar y desgastar al rival electoral.

Y mientras que todo esto va sucediendo Sánchez y Feijóo siguen enfrentándose con un peligroso florete dialéctico en el que, en muchas ocasiones, la cortesía parlamentaria brilla por su ausencia. Son malos tiempos para la política parlamentaria, y de las otras instituciones, y sobre todo de los votantes con el agua al cuello por la carestía de la vida, el despilfarro institucional que vamos a pagar de nuestros bolsillos, y los precios elevados de la cesta de la compra que suben como si fuese un aerostato. Temas que parece no interesar a nuestros regidores. Son tiempos en los que todo vale.