Mi cuenta

Las notificaciones están bloqueadas. ¿Cómo desbloquear?

Mi cuenta

Las notificaciones están bloqueadas. ¿Cómo desbloquear?

El Coliseum se abarrotó el pasado jueves para escuchar al poeta y volverá a llenarse hoy en el que, seguramente, será su último concierto en la ciudad. La Coruña estaba entre las elegidas para poner el broche de oro en su gira de despedida y no por casualidad. El promotor Jesús Manzano, hombre anónimo y discreto, tiene mucho que ver. Gran defensor de la plaza coruñesa consiguió traer estos conciertos a la ciudad para disfrute y gozo de todos los afortunados que consiguieron una entrada. A él le debe esta ciudad gran parte de los grandes conciertos que aquí se han celebrado y puso a La Coruña en el mapa de los grandes artistas que una vez que cantaban aquí ya estaban pensando en volver.

La magia del Coliseum los enamoró, bueno, la magia y el gran trabajo de Javier Rodríguez, el responsable de la instalación que no deja nada al azar, todo tiene que funcionar como un reloj suizo y, además, se ocupa y preocupa que cada asistente esté cómodo y bien tratado y, por supuesto, que los artistas se sientan en su casa. Pronto descubren que, en la ciudad herculina, nadie es forastero. Tal es la magia del Coliseum que el espíritu de un grande, Nonito Pereira, se siente presente en todos los eventos porque en vida, no faltó ni a uno. Emociona ver a su mujer sentada manteniendo viva la memoria de Nonito, a quien esta ciudad debe un homenaje por lo mucho que hizo por la música en su ciudad y en toda Galicia, a ver si la memoria histórica funciona y alguien toma este mensaje, sería de justicia.

Vayamos al concierto de Sabina que, con su voz rota sale con ventaja, es un artista querido, entrañable es como ese amigo al que no has conocido nunca pero que lleva toda la vida a tu lado. Para muchos, su repertorio es la banda sonora de su juventud, de su vida y las emociones no tardaron en aparecer nada más subir el maestro al escenario, la gente quería aplaudirle aún sin cantar y con la primera canción desde su banqueta, puso en pie a las cerca de diez mil personas allí reunidas para escucharle, para quererle. Canta sentado, es verdad, pero pone en pie a todo un Coliseum que guardará este último concierto como una pieza valiosa en el baúl de los grandes recuerdos.

No era el Coliseum el Bulevar de los sueños rotos, era ese pueblo con mar que regala ilusiones. Sabina es y será por siempre una ventana de libertad y esperanza, esa medicina que cura tristezas y regala energías, ese amigo invisible que siempre da y nunca pide, sin duda, el amigo que todos queremos tener y así lo sentimos.

Hoy volverá a subir al escenario coruñés para recoger más cariño y regalar alegrías. Y cuando estoy escribiendo esta columna me informan del fallecimiento de un amigo, otro gran artista y líder de los Brincos, Miguel Morales que ayer nos dejó para siempre, pero, como Sabina, nos regaló himnos que jamás se olvidarán y mantuvo encendida la llama de aquellos acordes de los 60 y 70 para que no murieran nunca. Iré al concierto de hoy para mostrar de nuevo mi admiración “sabinera” y también como homenaje a Miguel Morales y a todos los artistas que nos han ayudado a llevar la vida de otra manera. Gracias a todos.