
El Churrasco de Rubiáns fue el escenario de la reunión anual de exjugadores del Arosa. La más numerosa de los últimos años al juntar a más de setenta personas, entre las que también figuraban presidentes y entrenadores. Javier García Barrio fue uno de los organizadores del encuentro, con la ayuda de otros exjugadores como Lezcano o Coira. “Fue muy emocionante, muchos sentimientos encontrados y lo pasamos genial”, explica Barrio, que pertenece a la época dorada del club de la década de principios de 1980 en Segunda B, cuando el Arosa estaba entre los 78 mejores equipos de toda España. “Esta vez nos juntamos hasta seis generaciones”, y es que estuvo Tatá en representación del Arosa de los años sesenta, también jugadores de los setenta, noventa y más recientes.

Desde Almería viajó a propósito para estar en la cena Manolillo, que sólo jugó un año en el Arosa en Segunda B, cuando era como la actual Primera RFEF, estando destinado en el servicio mililar en Figueirido. El Arosa preparó una sorpresa para el extremo izquierdo andaluz, al realizar el saque de honor el jueves ante el Granada en Copa junto a Lezcano y al propio Barrio, que son leyendas arlequinadas.

“Manolillo, que llegó a jugar en Primera División con el Almería, explica que su mejor año en el fútbol fue en el Arosa”, dice Javier Barrio. “Los más jóvenes alucinaron con el ambientazo y tanto Juanjo como su padre Juan García, del Churrasco Rubiáns, se portaron genial y todos se marcharon encantados y agradecidos”.
Hubo entrega de obsequios. El propio Manolillo recibió una camiseta del Arosa con su dorsal 11, al igual que Tatá, con el 8 que lucía en A Lomba, y también Barrio recibió la arlequinada con el 9. Fue un reconocimiento a los tres por diferentes motivos.

En la cena estuvieron expresidentes como Celso Couso, José Manuel Gómez, Chema Vázquez o el propio Juan García. Y por supuesto el actual, Manolo Abalo, que también vivió épocas pasadas en el club como directivo.

Barrio contó la anécdota de las palabras de Víctor Méndez, ya fallecido, en una cena hace más de cuarenta años en Carril que servía para dar la bienvenida a los nuevos fichajes. “Se dirigió a nosotros y dijo que llegábamos a un club que era una familia. Acabábamos de aterrizar e incluso nos reímos de aquello, pero pronto nos dimos cuenta de que tenía mucha razón. Éramos una familia, era otra forma de ver el fútbol”. La familia perdura aunque pasen los años. Se guardan entre ellos mucho cariño y admiración. Lucieron una camiseta que deja huella.
