Un ataúd vivo, hecho de hongos, que se descompone sin dejar huella y que actúa de fertilizante natural, es la alternativa ecológica y económica que ha presentado la funeraria pública de Viena. Austria es el segundo país del mundo donde se comercializa este producto, que ofrece la posibilidad de que los restos mortales contribuyan al desarrollo del ecosistema del cementerio, donde se ha habilitado un espacio para este tipo de enterramientos. En él solo se podrán enterrar urnas y ataúdes orgánicos, sin metales o componentes sintéticos, para facilitar la descomposición y la regeneración del suelo. Todo sea por el planeta.
