Hay debates que son como el Día de la Marmota. Regresan cada año con sutiles cambios de intensidad y argumentos prácticamente idénticos y cuando terminan siempre tenemos la sensación de que volveremos a ellos de forma cíclica, queramos o no. El de la inseguridad ciudadana es un ejemplo de libro. Tres claves que no puede faltar: los vecinos reclaman más atención por parte de las fuerzas del orden, la Administración de turno rebota la responsabilidad de mantener el control en las calles a estas mismas fuerzas y ellas se defienden apuntando la falta de medios. Pueden cambiar las caras y los barrios donde se denuncian robos, peleas o agresiones, incluso se pueden añadir nuevos elementos, como la nacionalidad de algunos de los causantes de la inseguridad, pero los aspectos básicos del problema se mantienen inalterables. Y al final, todo se reduce a lo mismo: las prioridades de los que mandan no son las mismas que las de los que sufren los mandatos. Tener miedo de salir de casa es algo que deberían tomarse en serio.
