Sabemos que es demasiado pronto. Que la Segunda roza lo eterno y que va muy poquito. Tenemos presentes los consejos de nuestro maestro Yoda, Arsenio, sobre hacer la la ola y la fiesta antes de tiempo. Recordamos Mallorca como un norteamericano recuerda Vietnam. En definitiva, sabemos de dónde venimos. Pero aún así, después de haber chapoteado cuatro años en la ciénaga de Shrek, es normal que ahora celebremos que nos sentimos como Aladdín entrando en el palacio del sultán recién enamorado. En el deportivismo se ha decretado el estado de felicidad. No festejamos que hayamos logrado nada, pues nada hemos logrado. Lo que celebramos es que, tras años de desunión, sufrimiento y alguna humillación, ahora caminamos unidos, dichosos y con la cabeza bien alta marcando un excelente rumbo por un objetivo común, que es volver a ser los que fuimos. No sabemos si lo lograremos, pero lo que es seguro es que este es el camino.