Temperaturas por encima de los treinta grados, fuertes vientos y terreno seco suponen el cóctel perfecto para los pirómanos, esas personas desaprensivas que aprovechan las condiciones meteorógicas para plantarle fuego al monte y causar el mayor daño posible. Todo apunta a que el incendio que se inició de madrugada en Meaño fue provocado. Todavía queda mucho verano. Esperemos que sea el último.