Dicen algunos analistas políticos que el retraso en la llegada del presidente del Gobierno al desfile del 12 de octubre –lo de hacer esperar al rey va a ser motivo recurrente de crítica– era un movimiento calculado para no tener que escuchar los presumibles abucheos. Que, finalmente, oyó igual. Amplificados, por supuesto, por la oposición. Se ve que a Pedro, probablemente más acostumbrado al elogio, esas cosas le duelen. De ahí que haya asegurado en el Congreso que los gritos en su contra no representan a la mayoría de los españoles, sino todo lo contrario. No le falta razón, pero no por los motivos que él cree. No es que los españoles en su mayoría estén de acuerdo con su gestión, sino que están tan aburridos de todo lo que tiene que ver con la política que ni se molestan en protestar. Ni en la intimidad del hogar ni mucho menos en público. Para liberar tensiones hablamos de fútbol, que es un clásico que nunca falla.
